1935
9 de octubre
Todo poeta se ha angustiado, se ha maravillado y ha gozado. La admiración por un gran pasaje de poesía no lo es nunca por su sorprendente maestría, sino por la novedad del descubrimiento que contiene. Aunque sintamos un pálpito de alegría al encontrar un adjetivo acoplado con acierto a un sustantivo, que jamás se habían visto juntos, no es asombro ante la elegancia de la cosa, ante la prontitud del ingenio, ante la habilidad técnica del poeta lo que nos conmueve, sino maravilla ante la nueva realidad puesta de manifiesto.
9 de octubre
Es digna de meditación la gran potencia de imágenes como la de las grullas, de la serpiente o de las cigarras; o del jardín, de la meretriz y del viento; del buey, del perro de Trivia, etc. Ante todo, están hechas para las obras de vasta construcción, puesto que representan el vistazo dado a las cosas exteriores en el curso de la atenta narración de hechos de importancia humana. Son como un suspiro de alivio, una mirada por la ventana. Con ese aire suyo de detalles decorativos abigarrados surgidos de un duro tronco, ponen a prueba la inconsciente austeridad del creador. Exigen la natural incapacidad de sentimientos paisajísticos.
*Cesare Pavese. El oficio de vivir. 1935-1950. Barcelona: Seix Barral, 2018. pp. 17-18