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2. VIGÉSIMO DÍA, DE MADRUGADA: EL RITUAL DE LOS CINCO MÍSTICOS REYES
Transcurre todavía lo más negro de la noche; cubierta de nubes está la luna y oscuras sombras yacen bajo el follaje. Mientras tanto, las doncellas:
«Habrá que abrir ya las rejillas externas de la alcoba de Su Majestad la Emperatriz, ¿verdad?». «Mas las doncellas encargadas no están prestas aún». «¡Que las servidoras procedan!
El toque del alba súbitamente despierta a todos, y el ritual de los Cinco Místicos Reyes comienza. Las altas voces de los celebrantes, que entre sí compiten por ser escuchados cerca y lejos, resuenan en verdad solemnes. El abad del claustro de Kannon, seguido de veinte acólitos, llega en procesión desde el ala oriental para elevar mágicos conjuros acerca de ella. Sus pasos ruidosos, a lo largo de la galería, retumban extraños, hieráticos. Cuando el abad del templo Hoju y el superior del templo Jodo, seguidos de sus cortejos, retornan a sus estancias, cerca de los establos el uno, de la biblioteca el otro. La oscuridad previa al amanecer me impide distinguir hasta tan lejos, sin embargo, sigo con la mirada sus santas figuras, vestidas iguales de albos ropajes, que cruzan el magnífico puente chino de color bermejo y penetran al arbolado sendero, lo que me emociona. El Preceptor Saiki, al salir, se inclina con reverencia ante la imagen de Daiitoku. Mientras las meninas y doncellas se reúnen, rompe la aurora.
*El diario de Murasaki Shikibu. Lima: Asociación Peruano Japonesa, 2019. pp. 18-19