[1948]
19/8/48
Lo que una vez pareció un peso apabullante de pronto ha cambiado de posición, en una táctica sorprendente, oscila bajo mis pies huidizo, se convierte en una fuerza de succión que me arrastra y agota. ¡Cuánto anhelo rendirme! ¡Cuán fácil sería convencerme a mí misma de la verosimilitud de la vida de mis padres! Si solo los viera a ellos y a sus amigos durante un año me resignaría -¿me rendiría? ¿Mi «inteligencia» necesita el frecuente rejuvenecimiento en las fuentes de la insatisfacción ajena y muere sin ella? ¡Si pudiera mantener estos votos! Porque puedo sentir que flaqueo, que vacilo -por momentos, incluso acepto la idea de quedarme en casa para ir a la universidad.
No puedo pensar sino en Madre, en lo bonita que es, en la tersura de su piel, en cómo me quiere. Cuánto se sacudía al llorar la otra noche -no quería que Papá, en la otra habitación, la oyera, y el ruido de cada oleada entrecortada de lágrimas era como un hipo gigante- qué cobarde es la gente que se involucra, más bien se deja involucrar pasivamente, por convención, en relaciones estériles -llevan vidas tan horribles, deprimentes y tristes…-
¿Cómo puedo herirla más, abatida como está, sin resistir nunca?
¿Cómo puedo ayudarme, volverme cruel?
Susan Sontag. Renacida. Diarios tempranos, 1947-1964. Buenos Aires: Mondadori, 2011. pp. 3-4