1995
1 de Febrero
Cuánto me gustaría poder dedicarme, días enteros, sin pensar en otra cosa, a la nueva novela. Meterme, sumergirme, zambullirme en ella, vivir sólo en y para ella.
¿Por qué no lo hago? Ésas son las preguntas que el análisis obliga a hacerse, descartando las respuestas fáciles, un poco deshonestas, que uno encuentra. Por ejemplo, el precio que pagar: es necesario saber que todo tiene un precio -y no se trata del dinero, como yo creía; o no solo del dinero, sino de algo mucho más amplio: la renuncia-. Y la respuesta puede ser o bien que me falta valentía, me falta coherencia, tengo miedo a mi deseo. Me lo dijo la psi un día, de paso: «Si no tuviera tanto miedo a su deseo…», y esto, que parece una banalidad, dicho por ella, y en el contexto en que lo dijo, se me quedó grabado; y lo he visto plasmado en el personaje de Emma, siempre huyendo despavorida de lo que de veras desea, siempre haciendo justamente lo contrario… Como decía: o me falta valor, o bien esas otras cosas -los talleres, los artículos…- que hago como disculpándome ante mí misma por hacerlas, como si las hiciera sólo por el dinero, por publicar, por el prestigio o por tener una «existencia» de cara a los demás… las hago en realidad porque también las deseo, también me gustan. Lo cierto es que me dan energía: me veo apretando los puños, aprovechando el tiempo… Y bien sé que aunque en ambos casos sufro: sufro si no tengo nada más que hacer que escribir, sufro si no tengo tiempo para escribir… Iba a decir que el segundo sufrimiento es menor, pero no es cierto: recuerdo la tristeza de los sábados, cuando trabajaba en Grijalbo y vivíamos en Passeig Sant Gervasi: cansada tras una semana de hacer cosas que no me importaban realimente, que no me satisfacían íntimamente… No; es una cuestión de dosis, de proporción, de equilibrio. Pero sigo sin encontrar el equilibrio justo, y eso me exaspera.
Basta por hoy. Estaba un poco inquieta y escribir, de un tirón, estas páginas, me ha sentado bien.
Laura Freixas. Todos llevan máscara. Diario 1995-1996. Madrid: Errata naturae editores, 2018. pp. 18-19