1915
1° de enero. ¡Qué pequeño diario despreciable! Pero estoy decidida a continuar este año. Despedimos el año viejo y recibimos el año nuevo. Una noche encantadora, azul y dorada. Repicaban las campanas de la iglesia. Salí al jardín, abrí el portón y casi… me voy caminando. J. estaba de pie ante la ventana, exprimiendo una naranja en una taza. La sombra del rosal caía sobre el césped como si fuese un pequeño ramo. La luna y el rocío habían puesto lentejuelas sobre todas las cosas. Pero a las 12 en punto me pareció oír pisadas en el camino, me asusté y corrí hacia la casa. Pero no pasó nadie. J. pensó que me comportaba como una gran niña durante toda esa noche. El fantasma de L. M. corrió por mi corazón, su pelo desplegado, muy pálida, sus ojos oscuros espantados.
Para este año tengo dos deseos: escribir, ganar dinero. Consideremos: con dinero podríamos marcharnos como queremos, tener una casa en Londres, ser libres como lo deseamos, y ser independientes y orgullosos con todos. Es sólo la pobreza la que nos mantiene tan unidos. Bien, J. no desea dinero y no lo va a ganar. Yo debo conseguirlo. ¿Cómo? Primero, terminar este libro. Eso es un comienzo. ¿Cuándo? A fines de enero. Si lo haces, estás salvada. Si escribiera noche y día podría lograrlo. Sí, podría. Siento que la nueva vida se aproxima. Creo, como siempre he creído. Sí, vendrá. Todo andará bien.*

*Katherine Mansfield. Diario. Buenos Aires: Losada, 2015. p. 30